LA UNIÓN DE CAMPOS
Lo primero que conviene saber de La Unión de Campos, pueblo de la provincia de Valladolid enclavado en la comarca natural de Tierra de Campos, es que su nombre surgió precisamente de unirse dos villas que hasta el año 1841 eran pueblos distintos: Villagrá y el Villar de Roncesvalles. Merece la pena rastrear un poco más en su historia y contarla. La palabra Roncesvalles nos traslada al Pirineo occidental, porque allí surgió la Orden de Roncesvalles; una orden religioso-política y hospitalaria encargada de proteger y asistir a los peregrinos del Camino de Santiago allá por el S. XIII. Alfonso IX de León concedió a dicha Orden unos terrenos junto a Villagrá en el mes de junio de 1215 que se llamaban el Villar y que a partir de ese momento se pasó a llamar el Villar de Roncesvalles.
Los frailes de la Orden ya no estaban en el S. XVII, pero en el s. XIV la villa contaba con cuatro iglesias que dependían administrativa y judicialmente de los frailes de Roncesvalles. Después de estos siglos de florecimiento vinieron otros menos gloriosos hasta formarse La Unión de Campos.
La Unión de Campos es un pueblo de algo más de 300 habitantes, dedicados en su mayoría a las tareas agrícolas, pero que conserva el espíritu festivo como lo atestiguan las fiestas que tiene repartidas a lo largo del año, incluidas, claro, las de ámbito nacional.
El visitante no puede dejar de ver la Iglesia de Santa María de la Asunción ni la ermita del Cristo.
Las fiestas más importantes son: el 2 de febrero la Virgen de las Candelas; el 11 de mayo es voto de villa o fiesta del ayuntamiento y el 13 de junio, San Antonio de Padua, patrono del pueblo. En todas hay una oferta variada de actividades: guerra de agua, carreras de cintas (a caballo y bicicleta), toro mecánico, partidos, juegos para los más pequeños, orquestas y disco-móvil.
También se conservan tradiciones como la de la hoguera que se prende la víspera de la festividad del Bendito Cristo de la Vera Cruz, es decir, el 13 de septiembre. Otras tradiciones se han perdido: hasta hace 50 años, el día de San Antón (17 de enero), existía una tradición que consistía en recitar sobre burros unos versos que se conocían con el nombre de refranes.
